Las frías tardes.

Llevaba unas semanas muy tranquila, no sabía nada de ti, ni de tus tonterías de niño de preescolar,  te echaba de menos, sí, pero bueno, sabía, todos sabíamos que eso era lo mejor para mi. Andaba en mi mundo de alcohol y nubes de algodón, pasando de los chicos, como siempre desde que te conocí, jugando al ajedrez de mi vida, manteniendome lejos de tu ficha, pero parece que te toca mover, y mueves en la dirección contraria, duele, duele verte comerte a al caballo, luego al afil, hacer jaque mate. DUELE, todavía duele, eres un puto y simple peón, que no se, debe tener super poderes.

Y ahora escribo desde la cama, con fiebre, llorando en el día de mi cumpleaños para ser más exactos. ¡Bueno! ¡ Toma ya! Ni un día puedo estar tranquila, puedo estar bien, son llorar, sin parecer una niña boba y enamorada, que ni siquiera cree en el amor.  

Parece que cuando estás en la página siguiente del libro de tu vida, el viento viene a contracorriente, obligándote a leer el mismo capítulo una y otra vez, tus recuerdos te fallan, te obligan a volver a caer, y entonces es tarde, las fotos, los comentarios, las frías tardes...